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Diamante en el barro: La visión de salud en la Psicología Budista

Actualizado: 8 oct

Por Benjamín Zegers, Director Instituto Mindfulness

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La Bondad Fundamental como base


El principio fundamental de la Psicología Budista es la visión de salud que sostiene. Según esta tradición, en la base de la mente humana existe cordura y bienestar. Esta visión se fundamenta en la experiencia de generaciones de practicantes de meditación que, al profundizar en su mente y su corazón, han descubierto cualidades sanas y luminosas. Chögyam Trungpa Rinpoché llamó a esto la Bondad Fundamental: la convicción de que la mente humana posee, de manera inherente, cualidades de salud que nos permiten conectar plenamente con la realidad, cultivar la compasión y desarrollar la espaciosidad necesaria para acoger la complejidad de la experiencia humana.


Las cualidades de la Bondad Fundamental


Al hablar de Bondad Fundamental, el acento no está tanto en definir si los seres humanos son buenos o malos per se, sino en reconocer que podemos ocupar esta vida de forma que nos lleve a hacer el bien o no; y más importante aún comprender de manera más profunda la condición humana. Lo primero es comprender que nuestra mente es más vasta de lo que habitualmente percibimos.


Tendemos a pensar que nuestra mente es básicamente nuestros pensamientos, y de hecho esa es la experiencia habitual que tenemos: pensar. Y no hay problema con ello. Desde esta perspectiva, los pensamientos no son más que las nubes que van y vienen en el cielo de la mente. Esta mente más profunda, más fundamental, es la que se describe como básicamente sana, o despierta: la conciencia que está siempre presente.


La Bondad Fundamental se suele describir con cualidades como apertura, claridad y calidez. De manera fundamental, natural, podemos cultivar mayor apertura, claridad y calidez con nuestras experiencias cotidianas, momento a momento.


Considerar esta perspectiva en tiempos de crisis y catástrofes puede parecer radical. Sin embargo, si partimos de nuestra experiencia inmediata, de nuestros vínculos más importantes y de los momentos sencillos del día a día, es posible que reconozcamos instantes en los que aflora la presencia, la bondad y la apertura. Estos momentos pueden surgir en un gesto de ternura, en la contemplación del mundo natural o en un instante de claridad repentina.


El diamante y el barro: Una metáfora esencial


Esta experiencia es tan extraordinaria como encontrar un diamante en el barro. Y esa es, precisamente, una analogía utilizada en la tradición budista para describir nuestra condición humana. Poseemos mentes y corazones llenos de inteligencia, potencial y bondad, pero nos encontramos atrapados en la confusión y el sufrimiento, tanto a nivel colectivo como personal. No podemos ignorar la complejidad de esta situación.


Aun así, la Psicología Budista parte de una premisa inusual y revolucionaria: en todos los seres humanos existe salud intrínseca. No es algo que deba ser creado ni añadido, sino que está presente en cada uno de nosotros. Nuestra tarea es aprender a conectar con estas cualidades, a reconocer el diamante en medio del barro, a lavarlo y dejar que brille naturalmente. Ese brillo no es otra cosa que la capacidad de estar presentes en nuestra vida. Y en esto radica la base de toda cordura: aprender a participar en nuestra existencia tal como es, sin evadir ni rechazar, sino habitándola plenamente.


Pero aquí surge una trampa sutil. ¿Puede volverse esta visión del diamante un nuevo ideal, una manera refinada de rechazar el barro? Es un impulso reconocible: querer limpiar, pulir, llegar a alguna versión más luminosa. Y sin embargo, ese mismo impulso de limpieza puede ser otra forma de aversión—una manera espiritual de decir que esto que somos ahora no es suficiente, que el barro es un error que debe corregirse.


¿Por qué el diamante está cubierto?


Ante esta visión surge naturalmente la pregunta: si la salud intrínseca existe, ¿por qué el diamante está cubierto de barro en primer lugar? La Psicología Budista explora esta cuestión en profundidad. Se dice que la bondad fundamental de todos los seres, la naturaleza despierta innata, es como un diamante enterrado en el fango. Pero el barro no está ahí porque seamos defectuosos o pecadores, sino porque las formas en que hemos aprendido a vivir nos han ido adormeciendo. Los hábitos, las creencias limitantes, el miedo y la desconexión van cubriendo progresivamente la claridad de nuestra naturaleza original.


Y sin embargo, ¿qué tal si el barro no es simplemente un obstáculo? Los intentos de "descubrir" el diamante pueden volverse en sí mismos otra capa de barro—el barro del esfuerzo espiritual, de la autoexigencia contemplativa. Esta visión de bondad fundamental puede transformarse en un garrote: "Si somos fundamentalmente sanos, ¿por qué seguimos sintiendo tanta rabia? ¿Por qué nos cerramos una y otra vez?" La enseñanza se transforma en reproche.


Las capas del barro: Comprendiendo nuestros obstáculos


Este "barro" que cubre nuestra naturaleza esencial puede ser entendido desde múltiples perspectivas. En la tradición budista, se habla de los "klesha" o aflicciones mentales: patrones habituales que nublan nuestra percepción y nos desconectan de nuestra claridad natural. Tradicionalmente, estos incluyen la ignorancia fundamental, el apego, la aversión, el orgullo y la envidia. Pero más que una lista doctrinal, son experiencias reconocibles.


Toma la ignorancia fundamental, por ejemplo—esa desconexión básica de nuestra experiencia directa. No es que no sepamos algo; es que no estamos aquí. Estoy en la conversación pero ya estoy pensando en lo que voy a decir, o en la reunión de mañana, o simplemente en ninguna parte. Es un adormecimiento tan familiar que ni siquiera lo notamos. Y cuando lo notamos, viene el apego: el impulso de aferrarnos a cualquier experiencia que nos haga sentir un poco más reales, un poco más seguros. O su reverso: la aversión, ese movimiento instantáneo de rechazo ante lo que nos incomoda. Alguien dice algo que nos irrita y ya estamos construyendo el caso mental de por qué tienen la culpa, por qué nosotros somos los razonables.


Estos patrones no son "defectos" morales, sino estrategias que hemos desarrollado para navegar por un mundo que percibimos como amenazante. Son reacciones naturales ante el miedo y la incertidumbre. Pero aquí está lo complicado: reconocer que son estrategias naturales no los hace menos dolorosos. No hace que desaparezcan. Se puede entender perfectamente que un patrón de control nace del miedo, y aun así seguir controlando. El insight no es la liberación—aunque a veces se quiera creer que sí.


El proceso de despertar: Descubriendo el diamante


El camino de la práctica contemplativa nos invita a reconocer, poco a poco, estos patrones que nos mantienen atrapados. A través de la meditación, aprendemos a observar nuestra mente sin juzgarla, a reconocer los hábitos que nos alejan de nuestra naturaleza esencial. Este proceso no es una búsqueda de perfección, sino un regreso gradual a lo que siempre ha estado ahí.


La meditación, en este sentido, no es una técnica para "mejorar" la mente, sino un proceso de reconocimiento. Al sentarnos en quietud, comenzamos a ver con mayor claridad cómo funciona nuestra mente, cómo surgen y se disuelven los pensamientos, y cómo, detrás de toda esta actividad mental, existe un espacio de conciencia que permanece inalterado. Este espacio, esta apertura fundamental, es el diamante que buscamos descubrir.


Este descubrimiento no es instantáneo ni permanente. Como dice Jack Kornfield: "Después de la iluminación, la lavandería". El despertar no es un estado final que alcanzamos de una vez por todas, sino un proceso continuo de recordar y olvidar, de reconectar y perder contacto. Y es precisamente en este ir y venir donde reside la práctica: en el compromiso de regresar, una y otra vez, a esa claridad básica que es nuestra naturaleza más profunda.


Pero permanecer con esta visión cuando se leen las noticias, cuando se ve el daño que nos hacemos colectivamente—ahí es donde la teoría de la bondad fundamental se vuelve casi insostenible. ¿Dónde está el diamante en la crueldad sistemática, en la indiferencia institucional? No hay una respuesta limpia para esto. Tal vez la bondad fundamental es real pero frágil, tan frágil que las condiciones adecuadas pueden enterrarla completamente. O tal vez el error está en buscar el diamante donde no está—en el contenido de las acciones en lugar de en la capacidad misma de despertar.


La salud como base, la salud como camino


Esta perspectiva de salud fundamental también considera que la manera en que vivimos es determinante. Podemos ocupar nuestro tiempo en esta vida para cultivar cualidades de apertura, claridad y calidez, o podemos promover más agresión, confusión y dureza. Lo que hagamos afectará radicalmente nuestra vida y la de quienes nos rodean.


Desde esta perspectiva, para cultivar estas cualidades necesitamos entrenar la mente, y aquí la práctica de meditación juega un rol clave porque nos ofrece un camino que nos conduce hacia mayor salud y cierta sensación de confianza: de que nuestra mente es trabajable y que nuestra situación vital puede ser poco a poco abordable. De modo que podemos reconocer salud de base, en el camino o la forma en que vivimos, y en la presencia que traemos a nuestra vida.


El camino del guerrero compasivo


Esta visión de la Psicología Budista nos invita a adoptar lo que Chögyam Trungpa llamó "el camino del guerrero": una actitud de valentía y apertura ante la vida. El guerrero, en este contexto, no es quien lucha contra enemigos externos, sino quien tiene el coraje de mirar directamente su propia mente, de enfrentar sus miedos y confusiones, y de mantenerse presente ante el sufrimiento propio y ajeno.


Este camino no es fácil. Requiere una disposición a abandonar la comodidad de nuestros hábitos y creencias familiares, a cuestionar nuestras certezas y a abrirnos a la vulnerabilidad inherente a la condición humana. Sin embargo, es precisamente en esta vulnerabilidad donde descubrimos nuestra fortaleza más auténtica: la capacidad de permanecer abiertos y presentes ante cualquier circunstancia.


"Sin barro, no hay loto": La interrelación del sufrimiento y el bienestar


Así como enseña Thich Nhat Hanh, en un nivel más profundo, nuestro sufrimiento y nuestro bienestar están interrelacionados. Es decir, nuestra confusión y nuestra posibilidad de despertar no son tan distintos como pareciera. De este modo, concebir nuestra confusión como algo malo y el bienestar como algo deseable, no necesariamente nos ayuda.


Tal vez el diamante y el barro no están en oposición. Tal vez el brillo del diamante es visible precisamente por el contraste con el barro. Es observable en la experiencia: los momentos de mayor claridad a menudo vienen justo después—o justo en medio—de los más confusos. Como si la confusión misma, cuando se habita completamente en lugar de huir de ella, se volviera translúcida.


Por el contrario, la perspectiva de la Psicología Budista nos invita a familiarizarnos con nuestra propia confusión, a participar de la vida aun cuando vivimos situaciones difíciles, y a intimar con aquellos patrones que pueden ser la causa de nuestro sufrimiento. Entonces, podemos ganar mayor conciencia sobre nuestra situación, y por consiguiente mayor libertad.


Y así comenzamos a reconocer que las cualidades del despertar son intrínsecas al ser humano. Que en cualquier situación dada podemos traer nuestra atención e inteligencia, podemos escoger vincularnos con bondad y tener una cualidad de apertura. Entonces la posibilidad de vivir de manera despierta es realmente algo posible y que podemos cultivar día a día.


Esta es la maravilla de nuestra naturaleza humana: del mismo barro que nos atrapa puede nacer la flor de loto de la consciencia; en el mismo terreno de nuestras dificultades puede brillar el diamante de nuestra naturaleza fundamental. No necesitamos ir a ningún otro lugar ni convertirnos en alguien diferente.


Conclusión: El diamante que siempre ha estado ahí


Cada día es una oportunidad para preguntarnos: ¿estamos enterrando más nuestro diamante en el barro o estamos permitiendo que su luz brille? Aunque quizás la pregunta misma ya contiene una trampa—como si hubiera que elegir entre el diamante y el barro, como si pudiéramos existir sin ambos.


La práctica de la meditación y la exploración de la Psicología Budista nos invitan a recordar, una y otra vez, que más allá de nuestras confusiones y dificultades, en lo más profundo de nuestra mente y nuestro corazón, hay algo inquebrantable: la posibilidad de despertar. Como expresa el maestro zen Shunryu Suzuki: "Tú eres perfecto tal como eres, y aún así, hay espacio para mejorar". Esta aparente paradoja captura la esencia de la visión budista: reconocer la perfección inherente de nuestra naturaleza fundamental mientras nos comprometemos con el proceso continuo de despertar a esta verdad en cada momento de nuestras vidas.


El diamante siempre ha estado ahí. Y también el barro. Nuestra práctica consiste en recordar que ambos son necesarios, que la luz del diamante necesita la oscuridad del barro para ser visible. Este reconocimiento podemos traerlo a nuestra vida momento a momento a través de nuestra práctica de estar presentes y el cultivo de la apertura, la claridad y la calidez. Entonces podemos ver el brillo del diamante, sentir la fragancia del loto—y reconocer que nunca estuvieron separados del barro que los sostiene.

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